viernes, 14 de agosto de 2009

Estratagemas de la imaginación y la actividad

“… the same circumstances that see men and women accelerate their experiments with disentanglement of associative possibility from hierarchical and communal examples of association already available to them are also likely to witness experiment with assertion of their personalities beyond the limits drawn by their routines of conduct and vision. Such experiments encourage the individual to treat his settled character as the incomplete and corrigible expression of a self. The stratagems of imagination and activity by which he carries out such experiments already involve a partial victory over automatisms and rigidities of a closed character. To come out from under the protective wall of role, habit, and frozen perception, a person must throw himself into a situation of heightened exposure. He must put himself at greater risk to the harm that other people may do him and to the destructive influence that enlarged experience may have on what he had previously regarded as his enduring core identity.

The analogies between process and outcome in material progress, visionary politics, and personal experience are more than superficial parallels. The further you go in the understanding of any of these lines of movement, the more clearly you see how such experiments connect and how the all give practical significance to the idea that, in politics, means create their own ends.”

RMU en "Plasticity into Power"

100% anti-destino

Vamos por más. Doblamos la apuesta.

Siendo que ‘flaco es el ovillo de nuestro íntimo carretel’ y que nos la pasamos ‘largando hilo al remontar estrellas de caña y papel’, tenemos derecho de alegrarnos por las ‘risas ciertas de libertad que da el Dios vivo, más no el gobierno de turno”.

GLS

Sigue dibujando










lunes, 10 de agosto de 2009

Inquietud

Este es un clásico de Savio.

La inquietud con Mangabeira

Es probable que nunca antes en la historia de Brasil la convocatoria a un ministro haya causado tanta polvareda como el nombramiento de Roberto Magabeira Unger para integrar el equipo de gobierno de Luiz Ignacio "Lula" da Silva. El tono generalizado de los comentarios de periodistas, políticos e intelectuales en relación a la noticia fue el de profunda irritación. En algunos casos presentados en términos de indignación ética; en otros, en denuncia a la inconsistencia programática, y aún en muchos, hasta como puro oportunismo. Son reacciones que merecen reflexión.

Las razones para la sonora condena de los críticos deben ser buscadas, sin embargo, en otro terreno. Desde el fin de la dictadura militar las elites pensantes y dirigentes del país se esforzaron por construir un consenso en torno de una agenda. La desintegración del sistema soviético ayudó a intensificar la urgencia de la tarea. Desde el punto de vista teórico, se trataba de la reducción del Estado a la condición de gobierno (y un gobierno sobrio y eficiente) y, aún en algunos círculos, a mero reflejo de la conciliación de clases en lucha (la idea de populismo). Desde la perspectiva práctica, el esfuerzo por construir este consenso implicaba algún cambio, sin pasar, no obstante, los límites de la lógica de continuidad del exitoso proceso de redemocratización política diseñado por los agentes de transición, muchos salidos de las entrañas del régimen autoritario.

Después de los fracasos sucesivos de los gobiernos de José Sarney (1987-1990) y Fernando Collor de Melo (1990-1992) en la organización y realización de aquella agenda, sin dejar de servir, sin embrago, como laboratorio para la reformulación de los términos del deseado consenso, el sistema brasilero experimentó señales cada vez más claras de agotamiento. Sumados a los incontables y seculares problemas derivados de la exclusión social, se convive ahora con una economía en situación de stress acentuado por la cuestión inflacionaria. En ese momento, en una singular combinación de destino y acción humana, la historia brasilera pasa por una reorientación.

El impeachment, el intervalo del gobierno de Itamar Franco (1992-1995) y la elección de Fernando Enrique Cardoso (1995-2003), posibilitaron el surgimiento de las condiciones apropiadas para la realización del soñado consenso y de su nueva agenda. Desde entonces este proceso fue entendido y procesado por la mayoría de los que escriben y leen los diarios –la opinión pública del país- como una especie de “renacimiento”. Hasta mismo sus más visibles adversarios, años más tarde, se acomodarían a este consenso y a su agenda.

El profesor Roberto Mangabeira Unger fue, desde siempre, la figura que, de forma más consistente, se opuso a este consenso y a sus premisas. Y, tal vez, aquel que también de manera más clara y acertada presentó una alternativa teórica y política. Sus interpretaciones de los constreñimientos que traban al país y sus propuestas programáticas para superarlos siempre estuvieron –desde la apertura política cuando actuó en el Movimiento Democrático Brasileiro (MDB) hasta la actualidad- en confrontación abierta tanto con el núcleo duro del consenso, representado por el neoliberalismo selectivo practicado por el Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB), como también con la posición del Partido dos Trabalhadores (PT), desorientado por sus abstracciones conceptuales e ideológicas que, al aproximarse al poder, las descartó en las progresivas concesiones hechas al consenso.

De esa forma, la comprensión adecuada al bullicio causado por la aproximación de Roberto Mangabeira Unger al gobierno de Lula –que a rigor ya había ocurrido durante la última campaña electoral - requiere, prima facie, la constatación de que el pensador brasilero radicado en E.E.U.U. no se sumó al consenso “social demócrata” tropical ni se dejó seducir por una eventual cooptación. Por lo tanto, los temores de tener un consejero de príncipe dotado de autoridad intelectual singular e imaginación institucional rica –lo que, para muchos, es el mayor de los peligros- no son inapropiados. Pero, si esta línea de interpretación fuera útil para explicar las razones de todo este ruido, aún no permite divisar los sentimientos que la conducen con tanto furor.

Roberto Mangabeira Unger, a pesar de todo el deslumbramiento intelectual que causa en el primer mundo –lo que despierta la envidia y el desprecio de muchos en nuestra intelectualidad- siempre tuvo su mente y corazón puestos en Brasil. ¿Cómo explicar que una persona tenga una cátedra vitalicia en la más prestigiosa universidad del mundo y querer obsesivamente participar de la política brasilera? Más allá de eso, frecuentemente son asociados a él algunos fantasmas que asombran tanto a la elite del poder como a las izquierdas convencionales en nuestro país. De un lado, la relación política e identificación personal con Leonel Brizola –considerado un radical y estigmatizado por su disposición práctica intransigente. De otro lado, la creencia inexorable en la posibilidad de la reorganización estructural, sin fetiches, del poder y de la economía en la sociedad brasilera. Por eso, las ideas sin acento del brasilero que habla con acento, generan tanta inquietud.

Carlos Savio G. Texeira es asesor especial de la Secretaria de Asuntos Estratégicos y profesor de Ciencia Política de la Universidad Federal Fluminense (UFF).

Trad.: María Sol González Sañudo

lunes, 3 de agosto de 2009

Seis



Seis tesis sobre el presente y futuro regional



Roberto Mangabeira Unger Para LA NACION

1. En América del Sur falta definir y explorar el camino. El Mercosur y la Unión Sudamericana continúan siendo cuerpos sin espíritu. Discutimos sobre comercio y dinero. No hablamos de lo más importante: nuestro proyecto común, nuestra estrategia de desarrollo, nuestro modelo institucional. No hablamos del modelo porque no lo tenemos. No tenemos modelo porque no hablamos del él.



En nuestro continente, prevalecen dos orientaciones. Hay Estados que se quieren revelar pero no saben cómo. Se hunden en un pantano de conflictos y confusión. Y hay naciones bien organizadas que aceptaron las fórmulas institucionales recomendadas por las autoridades políticas, económicas y académicas de los países ricos. Padecen el síndrome del niño que se comporta bien. La Argentina y Brasil intentan escapar de la opción entre confusión y claudicación.



2. No es verdad que el rumbo para avanzar sea combinar el formulario institucional importado y la pseudo-ortodoxia económica con programas sociales -"redes de protección social"- destinados a humanizar lo inevitable. Eso puede tener éxito relativo en países chicos, a costo de aumentar la desigualdad interna y de limitar la independencia nacional. No es una solución para repúblicas grandes y vibrantes como la Argentina y Brasil. No lograríamos ser pedazos de la Europa desilusionada, perdidos en el Atlántico sur, aunque quisiéramos serlo.



3. La esencia de la alternativa necesaria es promover las innovaciones institucionales que necesitamos para democratizar el mercado, capacitar el pueblo y profundizar la democracia. Construir un modelo de desarrollo basado en la ampliación de oportunidades para aprender, trabajar y producir. Y afirmar la primacía de los intereses del trabajo y de la producción sobre los intereses del dinero ocioso. No alcanza con regular el mercado o contrabalancear, con programas sociales, sus desigualdades. Es necesario reorganizar la economía de mercado para dar más acceso a más mercados a más gente de más maneras. Instaurar una forma de educación pública que subordine la asimilación de informaciones al dominio de capacitaciones analíticas. Y formar las instituciones de una democracia por el cambio, de alta energía, que eleve, de manera organizada, la participación popular en la vida republicana, rompa los impasses entre los poderes políticos, aproveche el potencial experimentalista del régimen federal y, con todo eso, garantice que el cambio no necesite de la crisis como partera.



4. Partamos al medio la falsa ortodoxia económica. Reafirmemos la parte indispensable -el realismo fiscal- aunque sea a costa de renunciar al keynesianismo bastardo, que entre nosotros se transformó en populismo irresponsable. Rechacemos la parte dañina: la ilusión de que podemos enriquecernos a costa de vivir de fiado del capital extranjero. Aseguremos el aumento obligado del ahorro nacional público y privado como indispensable escudo de nuestra insubordinación.



5. Este programa tiene base social. Hay en nuestras sociedades una nueva clase media mestiza: millones de personas que vienen de abajo, luchan por abrir pequeños emprendimientos e inauguran la cultura de autoayuda e iniciativa. Ya están en el comando del imaginario popular. La revolución que nos conviene es que el Estado use sus poderes y recursos para permitir a la mayoría seguir el ejemplo de esta vanguardia de batalladores y de emergentes. Es para eso que tenemos que reconstruir nuestras instituciones.



6. Un día, la Argentina y Brasil serán un único país. Cuentan con energía humana ilimitada y recursos naturales casi ilimitados. Lo que aún no consiguieron es unir audacia e imaginación.