lunes, 10 de agosto de 2009

Inquietud

Este es un clásico de Savio.

La inquietud con Mangabeira

Es probable que nunca antes en la historia de Brasil la convocatoria a un ministro haya causado tanta polvareda como el nombramiento de Roberto Magabeira Unger para integrar el equipo de gobierno de Luiz Ignacio "Lula" da Silva. El tono generalizado de los comentarios de periodistas, políticos e intelectuales en relación a la noticia fue el de profunda irritación. En algunos casos presentados en términos de indignación ética; en otros, en denuncia a la inconsistencia programática, y aún en muchos, hasta como puro oportunismo. Son reacciones que merecen reflexión.

Las razones para la sonora condena de los críticos deben ser buscadas, sin embargo, en otro terreno. Desde el fin de la dictadura militar las elites pensantes y dirigentes del país se esforzaron por construir un consenso en torno de una agenda. La desintegración del sistema soviético ayudó a intensificar la urgencia de la tarea. Desde el punto de vista teórico, se trataba de la reducción del Estado a la condición de gobierno (y un gobierno sobrio y eficiente) y, aún en algunos círculos, a mero reflejo de la conciliación de clases en lucha (la idea de populismo). Desde la perspectiva práctica, el esfuerzo por construir este consenso implicaba algún cambio, sin pasar, no obstante, los límites de la lógica de continuidad del exitoso proceso de redemocratización política diseñado por los agentes de transición, muchos salidos de las entrañas del régimen autoritario.

Después de los fracasos sucesivos de los gobiernos de José Sarney (1987-1990) y Fernando Collor de Melo (1990-1992) en la organización y realización de aquella agenda, sin dejar de servir, sin embrago, como laboratorio para la reformulación de los términos del deseado consenso, el sistema brasilero experimentó señales cada vez más claras de agotamiento. Sumados a los incontables y seculares problemas derivados de la exclusión social, se convive ahora con una economía en situación de stress acentuado por la cuestión inflacionaria. En ese momento, en una singular combinación de destino y acción humana, la historia brasilera pasa por una reorientación.

El impeachment, el intervalo del gobierno de Itamar Franco (1992-1995) y la elección de Fernando Enrique Cardoso (1995-2003), posibilitaron el surgimiento de las condiciones apropiadas para la realización del soñado consenso y de su nueva agenda. Desde entonces este proceso fue entendido y procesado por la mayoría de los que escriben y leen los diarios –la opinión pública del país- como una especie de “renacimiento”. Hasta mismo sus más visibles adversarios, años más tarde, se acomodarían a este consenso y a su agenda.

El profesor Roberto Mangabeira Unger fue, desde siempre, la figura que, de forma más consistente, se opuso a este consenso y a sus premisas. Y, tal vez, aquel que también de manera más clara y acertada presentó una alternativa teórica y política. Sus interpretaciones de los constreñimientos que traban al país y sus propuestas programáticas para superarlos siempre estuvieron –desde la apertura política cuando actuó en el Movimiento Democrático Brasileiro (MDB) hasta la actualidad- en confrontación abierta tanto con el núcleo duro del consenso, representado por el neoliberalismo selectivo practicado por el Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB), como también con la posición del Partido dos Trabalhadores (PT), desorientado por sus abstracciones conceptuales e ideológicas que, al aproximarse al poder, las descartó en las progresivas concesiones hechas al consenso.

De esa forma, la comprensión adecuada al bullicio causado por la aproximación de Roberto Mangabeira Unger al gobierno de Lula –que a rigor ya había ocurrido durante la última campaña electoral - requiere, prima facie, la constatación de que el pensador brasilero radicado en E.E.U.U. no se sumó al consenso “social demócrata” tropical ni se dejó seducir por una eventual cooptación. Por lo tanto, los temores de tener un consejero de príncipe dotado de autoridad intelectual singular e imaginación institucional rica –lo que, para muchos, es el mayor de los peligros- no son inapropiados. Pero, si esta línea de interpretación fuera útil para explicar las razones de todo este ruido, aún no permite divisar los sentimientos que la conducen con tanto furor.

Roberto Mangabeira Unger, a pesar de todo el deslumbramiento intelectual que causa en el primer mundo –lo que despierta la envidia y el desprecio de muchos en nuestra intelectualidad- siempre tuvo su mente y corazón puestos en Brasil. ¿Cómo explicar que una persona tenga una cátedra vitalicia en la más prestigiosa universidad del mundo y querer obsesivamente participar de la política brasilera? Más allá de eso, frecuentemente son asociados a él algunos fantasmas que asombran tanto a la elite del poder como a las izquierdas convencionales en nuestro país. De un lado, la relación política e identificación personal con Leonel Brizola –considerado un radical y estigmatizado por su disposición práctica intransigente. De otro lado, la creencia inexorable en la posibilidad de la reorganización estructural, sin fetiches, del poder y de la economía en la sociedad brasilera. Por eso, las ideas sin acento del brasilero que habla con acento, generan tanta inquietud.

Carlos Savio G. Texeira es asesor especial de la Secretaria de Asuntos Estratégicos y profesor de Ciencia Política de la Universidad Federal Fluminense (UFF).

Trad.: María Sol González Sañudo

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