viernes, 27 de junio de 2008

Lo mejor como enemigo de lo bueno: La publicidad oficial y el juego en la provincia de Buenos Aires

La ludopatía es un trastorno reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y consiste básicamente en una alteración del comportamiento, donde una persona siente una incontrolable necesidad de apostar, menospreciando cualquier consecuencia negativa que esto pueda acarrear. ¿Cómo es posible afirmar, entonces, que el Estado combate el juego compulsivo si, al mismo tiempo, se repiten las bondades generadas a partir de la reinversión de sus utilidades?

Probablemente sea familiar para todos, una publicidad oficial de televisión abierta en la que se muestra impunemente la imagen de fachadas de bingos, casinos y otras salas de juego, bajo el nombre de hospitales, escuelas y comedores (de Loterías y Casinos de la Provincia de Buenos Aires). Frente a tal negligencia comparativa vuelve a despertarse en mí un interrogante: ¿Es esta la forma más eficiente de mantener alejada de la tentación a una persona afectada por una patología tan nociva?

Lo mejor es enemigo de lo bueno. Probablemente todos estemos de acuerdo con que, ante la necesidad de combatir el juego clandestino, sea preferible la lotería oficial. Sin embargo, estimo que realizar comparaciones del tipo citado en el párrafo anterior, tan absurdas como peligrosas, atenta no sólo contra quienes luchan por mantenerse alejados del vicio del juego, sino también contra quienes creemos en la necesidad de atender las demandas de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.

El problema es que, por supuesto, muchos llenan sus bolsillos con el juego. Y en ese sentido, me pregunto, por última vez: ¿Sabe el jugador cuáles son sus chances reales de ganar en cada apuesta? Los juegos de azar están regidos por leyes probabilísticas de matemática pura, y los dueños de salas de juego conocen perfectamente dicha probabilidad. Estimo que el ciudadano argentino que consume este tipo de “servicio” debe tener derecho a recibir, también, esa información. Sin embargo, los entes reguladores y las autoridades de aplicación parecen conformarse con los carteles que tan efectivamente alejan a los apostadores afirmando que “jugar compulsivamente puede ser perjudicial para la salud”.

Adaptado, este texto fue enviado a cuatro de los periódicos más importantes del país, para su publicación en la sección “carta de lectores”. Sin respuesta de ninguno de ellos a la fecha, cumplo con el deber que mi conciencia mi dicta, publicándolo en este espacio.

NOP

jueves, 26 de junio de 2008

El esfuerzo de Bayer (o cómo Sarmiento y José Hernández se volvieron a saludar)



Ayer miraba un reportaje a Osvaldo Bayer en canal 7. El motivo de la charla era rendir homenaje al talentoso y valiente anarquista.

En un momento del programa, el periodista Eduardo Anguita (co-autor con Martín Caparrós de “La Voluntad”), relata una experiencia que vivió con Bayer en un viaje por Santa Cruz. Al aproximarse al lugar que habían identificado como una de las fosas comunes en las que fueron arrojados los cuerpos sin vida de decenas de obreros rurales, fusilados por las huestes de Varela, Bayer empieza a pensar en voz alta. Regresa mentalmente al contexto de la tragedia. Se pregunta (por enésima vez, supongo) por qué todo tuvo que terminar así. “Estaban dadas las condiciones para el diálogo”, se repite. “Había espacio para la negociación”, insiste.


Anguita resalta este ejercicio de intercesión histórica por parte de Bayer. El autor de “La Patagonia rebelde” se esfuerza por volver atrás, aún en su mente, para reparar lo irreparable. Para evitar lo peor. Para no tener nunca que contar lo que contó.

El haber escrito sobre estos tristes episodios le cambió, a Bayer, la suerte para siempre; le trajo notoriedad, reconocimiento y persecución. Sin embargo, nunca aceptó esos hechos. No tendrían que haber ocurrido. Y ahora, décadas después, en el ring de su cabeza, seguía luchando por evitarlos.

Hace algunos años tome un curso en un centro cultural. El curso se planteaba repasar la historia argentina, pero evitando –y confrontando- a la historiografía mitrista. Aprendí mucho. Nuestro digno maestro era un sabio autodidacta (por lo menos en temas históricos) que hoy tiene mucha más llegada al público que en aquellos años.

Me llamaba la atención, sin embargo, que el volante que se repartía por el barrio para publicitar el curso, incluía una frase muy similar a esta: “¿Sabía Ud. que Sarmiento le puso precio a la cabeza de José Hernández?”

Esa era una ingeniosa forma de llamar la atención. Los autores de dos libros fundacionales, enfrentados a muerte: una invitación al festival del morbo. Además, era cierto. Sarmiento efectivamente amenazaba la vida de Hernández. Pero más allá de eso, la invitación, formulada en esos términos, implicaba una postura específica ante la historia. Efectivamente, esa postura se reflejo en todo el curso.

Me parece que está muy bien tomar posturas, incluso posturas fuertes, ante procesos, figuras o momentos históricos. En alguna etapa del desarrollo intelectual del ciudadano, ese ejercicio es casi vital.

Sin embargo, a la luz del recorrido histórico que nuestro país ha realizado desde el intento de cacería de Hernández hasta hoy, me pregunto si no podríamos hacer otro tipo de ejercicio. Uno parecido al que hizo Bayer en Santa Cruz. Uno que construya, que ni desconozca los hechos ni anule los méritos de aquellos que protagonizaron la historia. ¿Es Sarmiento algo más que ese exabrupto que vomitó? ¿En qué circunstancias el autor del Facundo y el autor del Martín Fierro se hubieran dado la mano, aún luego de ese enfrentamiento encarnizado? ¿Buscaban, cada uno a su manera, la grandeza de la Nación?

Mi intención no es disculpar ni defender a Sarmiento. Simplemente me pregunto si la memoria colectiva del país, su mirada al pasado, puede, a los efectos de lograr una reconciliación profunda y una concepción integral y realista de la historia, hacer el esfuerzo imaginativo de propiciar un encuentro definitivo de los supuestos civilizados y los supuestos bárbaros. Las personas ya no se reconciliarán. Su tiempo biográfico pasó. Pero nosotros podemos seguir el ejemplo de Bayer. Preguntar, aunque más no sea, por qué fue así. Y cómo podría haber sido diferente. Y entonces determinar que, por nuestro propio bien, ahora será diferente.

¿Es la mía una visión inocente y/o utópica? Muy posiblemente, si. Pero al menos no es deprimente ni autodestructiva, adjetivos que se han transformado en sinónimos de lo argentino.

Démosle, entonces, una oportunidad al “experimentalismo historiográfico”.

GLS

lunes, 23 de junio de 2008

¿Por qué Grupo Juramento?

“Si fuéramos romanos del siglo III AC buscaríamos el altar donde se conservaba la memoria de los mayores y allí juraríamos no descansar hasta ver derrotados a los hombres que envilecieron a nuestro país, y ver destruido el orden que -en nombre del destino- ellos le impusieron. Como somos argentinos en el siglo XXI, escribimos estas palabras en vez de ir al altar. Que sirvan como otra manera de prestar, ante nuestros conciudadanos, el mismo juramento.”

Hemos adaptado y hecho nuestras estas palabras, enunciadas por el prestigioso intelectual Roberto Mangabeira Unger en su libro “Democracia Realizada. La Alternativa Progresista”, con el fin de ilustrar nuestro sentido compromiso para con el bienestar de nuestros conciudadanos argentinos. Este es nuestro juramento, nuestro compromiso. Hemos encontrado, en esta hermosa frase, una forma de honrar esa tarea, dándole el mismo nombre a nuestro grupo.

Somos un grupo de jóvenes profesionales y estudiantes de diversas disciplinas, comprometidos con los valores democráticos, republicanos y federales. Estamos profundamente convencidos de la necesidad de construir desde la pluralidad de ideas y el debate sano y responsable. Y para jamás olvidar nuestros objetivo, el de derrotar a quienes llevaron a nuestro país al precipicio y quebrar el orden que éstos le imprimieron, decidimos crear este Grupo, como un Juramento.

El Llamado y la Asunción

En parte por pertenecer a generaciones a las que no se puede, con rigor histórico, endilgar las culpas por el rumbo autodestructivo que nuestro país ha tomado, muchos de nuestros jóvenes compatriotas se sienten relevados de la responsabilidad de contribuir a la restauración de la dignidad nacional.

Se han difundido la indolencia y la cobardía, se ha generalizado la renuncia al rol de ciudadanos. El Soberano se esfuerza por abdicar.

Nosotros, que también hemos caído en esa trampa por demasiado tiempo, hoy escuchamos un llamado. No estamos seguros si es la primera vez que llega a nuestros oídos. Posiblemente, no. Tampoco estamos seguros sobre la forma de responder a él.

Esta vez, al menos, no vamos a desoírlo. Entonces asumimos una responsabilidad, la que relacionamos con una tarea.

Responsabilidad asumida ante nuestra conciencia y ante nuestro pueblo. Este quizás nunca nos reproche nada, aquella nos acompañara por siempre.

La tarea se presentará desde este momento, a medida que la vayamos desarrollando, en este espacio.

Que sirva para que vos también escuches el llamado.